Hay que romper tradiciones, porque -a diferencia de lo que opinan demasiados conservadores- no todas las tradiciones son buenas. Y esto se aplica, no sólo al llamado tercer mundo, sino muy especialmente, a Europa (especialmente a Alemania y quién sabe a qué otros estados), donde me consta que los prejuicios frente a la mujer son omnipresentes.
Como lo hizo ver, hace ya tiempo, la misma Jutta en su artículo Zerstört Der Feminismus die Familie? (2° párrafo) que, si mal no recuerdo, publicamos en... ¿Humanitas?
Juan Pablo II rechaza toda clase de discriminación y de prejuicios frente a las mujeres. Rompe no sólo con el protocolo, sino con una antigua tradición, que creía comprobar la inferioridad moral y espiritual de la mujer, y por esta razón, le impedía adoptar decisiones importantes, y exigía que la esposa se sometiera incondicionalmente a su marido y señor.
Estas disposiciones restringían la libertad de la mujer, y podrían ofender mucho. No obstante, también afectaban al varón: porque, en cuanto éste se sujetaba a tales normas, renunciaba a una auténtica amistad y colaboración con la mujer. En vez de amiga, tenia una esclava. Juan Pablo II pone de manifiesto que la injusticia que sufre la mujer, hiere y daña profundamente, no sólo a ella misma, sino también al varón.
2 comentarios:
Gracias Marta. Un abrazo
gracias a ti! sigamos siendo rebeldes :)
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