jueves, 15 de septiembre de 2016

Matrimonio y adopción homosexual. La carta de Joaquín Lavín León


Impresionante la carta del hijo de Joaquín Lavín en La Tercera (17 de junio de 2016). Me da qué pensar. La pueden leer aquí: Matrimonio y adopción homosexual

Señor director:

Comparto que la familia es la base de la sociedad y el núcleo de apoyo que toda persona necesita, por lo que es indispensable protegerla. En la sociedad actual el concepto de familia va más allá de la unión entre un hombre y una mujer, por lo que debemos asumir la existencia de distintos tipos de familia, incluyendo aquellas construidas por parejas del mismo sexo.

El matrimonio, más allá de un rango de beneficios civiles, da a la pareja un reconocimiento social que refuerza a la familia y tiene un impacto positivo en el bienestar físico y mental de quienes la componen. Necesitamos construir una sociedad sin prejuicios ni discriminación, en donde las personas se sientan valoradas por quienes son, sin importar su apariencia, origen, ideología, nacionalidad u orientación sexual.

En el mundo hay miles de niños criados actualmente por homosexuales, en parejas o como madres o padres solteros. La investigación ha demostrado que las personas homosexuales no se diferencian de las heterosexuales en cuanto a habilidades parentales, y que sus hijos no muestran ningún déficit al compararlos con hijos criados por heterosexuales. Toda persona que cumpla con los requisitos exigidos y que acredite su idoneidad debería poder adoptar.

Joaquín Lavín León

Diputado UDI

“No murió una lacra, murió mi alumno”


Tomo el doloroso texto de Radio Villa Francia: El doloroso relato de la profesora del niño que murió tras chocar auto robado: “no murió una lacra, murió mi alumno” (Invito también a mi columna Hacer justicia por la propia mano en chile de hoy).

“Voy a contar una historia. No sé si le pongan mucha atención, pero la contaré igual:

El año 2011 llegué a trabajar a mi pega actual. Un colegio con alto índice de vulnerabilidad en la comuna de Quilicura. Ahí lo conocí. Un niño de 7º básico cuyo nombre empecé a escuchar frecuentemente por su conducta. Se portaba re mal el cabro. El típico chiquillo inquieto, con ganas de hacer otras cosas, le costaba estar tranquilo en clases, pero era entrete conversar con él.

Al año siguiente, en 8º básico, tuvo una nueva profe jefe, la que se accidentó en marzo, y el curso necesitaba que alguien se hiciese cargo. Asumí yo. Total, sería por un par de semanas, pensé. Estuve 3 años con ellos. Y este cabro, pasó a ser mi desafío personal. Estuve todo octavo buscando la manera que no se perdiera, que fuese a clases, que llegara. Tuve miles de conversaciones con él, me empecé a acercar y sentí que empezaba a tener un vínculo. Recuerdo cuando me habló de su padre… “Tía, él está en la cárcel y yo no quiero ser como él”. Después de esa conversa empecé a tener pequeños logros.

Había días completos donde escribía o semanas en que no faltaba. Igual muchas veces se portaba re mal y eso cansaba a los profes. Como yo no hago clases, pasaba horas en la sala acompañándolos, ayudándolos, explicando materias. Y él me permitía. Me la jugué (y varios más) para que él siguiera en el colegio en primero medio. Yo seguiría siendo su “profe” jefe. Creo que primero medio fue el mejor año. Ocupamos la estrategia de que fuese colaborador oficial del colegio. ¿Qué significa? Nos ayudaba en cuanto acto había. Cargaba sillas, corría bancas, armaba escenarios. Se quedaba después de clases y le encantaba. Él elegía a otros niños para que le ayudasen en estas labores, él coordinaba, organizaba y cargaba con ellos. Siempre con una sonrisa. Varios en el colegio tenemos el recuerdo de ellos tirando un carro con uno arriba, muertos de la risa, cargando cientos de sillas. Empezó a acompañar en las salidas pedagógicas a cursos más chicos, y ayudaba a cuidarlos. Todavía me acuerdo cuando fuimos al zoo con 1º y se hizo cargo de 5 pitufos, los más malillas del curso. Puntos de 7 años. Los hizo subir y bajar el cerro muchas veces. Tipo 14 horas me lo encontré abajo, rodeado de los niños, todos tomando helado. Felices. él les compró. De vuelta al colegio, le dije que fue valiente de hacerse cargo de 5 niños tan inquietos, y que lo había hecho super bien. ¿Qué me dijo? “Tía, es que yo soy como ellos, entonces los entiendo”. Puta, yo feliz. Orgullosa de lo que estábamos haciendo. El colegio fue sede de elecciones y ahí estuvo acarreando mesas y sillas. Hasta fotógrafo fue una vez, en un acto. Demás está decir que sacó fotos maravillosas.

No tenía una conducta ideal, pero yo sentía que algo bueno estábamos haciendo con él. Cada vez faltaba menos y se controlaba más en la sala. Habían días malos. Esos días me lo llevaba a mi oficina y hacíamos las tareas ahí. Era pésimo en matemática. Le gustaba historia. Pero lo que más le gustaba era armar y desarmar cosas. Amaba tecnología y mi oficina estaba llena de sus trabajos. En 2º medio seguimos en la misma dinámica, al menos el primer semestre. Me acuerdo que me ayudó a organizar el ver el partido del mundial. Llevó su parrilla eléctrica,hicimos choripanes para ver el Chile-Holanda. Nos comimos 120 con el curso. después dejó todo ordenado. Pero el segundo semestre lo empezamos a perder… empezó a faltar, estaba desmotivado. No sé en que punto lo perdí.

Yo seguí teniendo un buen vínculo con él y eso me permitía hablarle harto. Mucho. Pero yo sentía que cada vez costaba más sostenerlo. Un día, descubrimos que él junto a un chico más grande, robaron una pequeña (pero indispensable) mesa de sonido del colegio. Hablamos con ellos. La tenía en su casa, la fue a buscar y la entregó. Hablamos con sus padres, que se enojaron con nosotros. Nunca entendí mucho la postura de sus viejos ni su enojo. Pidieron que no lo consideráramos más como colaborador y que se lo iban a llevar del colegio a él y sus hermanos chicos. a fin de año. Él obviamente tomó una postura a la defensiva, se empezó a portar muy mal y volvió a ser desafiante. Tuvimos que sostenerlo. Los profe, y se entiende, ya no tenían mucha paciencia y yo varias veces lo llevé a mi oficina a que hiciera pruebas o trabajos. Las últimas semanas lo mandaban a dar pruebas no más, y no lo matricularon en la fecha que correspondía. Debo aclarar que en este colegio, son 3 2dos medios y 2 3ros, ya que muchos se van a liceos técnico profesionales. Entonces, se estrecha la matrícula de segundo a tercero. 45 alumnos cada curso.

A mediados de enero (la matrícula comenzó en agosto del año anterior) la mamá fue al colegio a pedir la matrícula. Ya no habían cupos. Que lo de llevárselo era un cuento del papá, de orgullo. Matriculó a los dos chicos y el mío se fue a otro colegio. La mamá me dijo que estaba preocupada por las “juntas” que tenía. Algo había pasado de un asalto a una botillería donde estaba metido. Le insistí que era muy importante que él estudiara y no desertara. No duró mucho en el otro colegio. Lo echaron y estuvo todo el año pasado sin estudiar. Perdió el año.

Y ese año sin estudiar, fue propicio para que tomara malas decisiones. Empezó a cometer delitos. Un par de veces llegó al colegio a saludar. Otras veces llegó volado con otros amigos. Ahí el que lo veía le insistía en que estudiara, que retomara el colegio, que no se quedara. Este año, retomó. Empezó a estudiar mecánica. Y cuando supe, me alegré. Le encantaba armar y desarmar. Hace un poco más de una semana, estuve hablando con su hermano chico, que está en 4º básico. Y me contó como andaba. No me contó cosas buenas. Pero me dijo que estaba contento con la mecánica y que iba a trabajar en eso con un tío. Ese fue mi punto de esperanza. Ya, este cabro lo tiene que lograr. Si no pudimos nosotros apoyar, iban a poder otros.

Y bueno, el final de la historia ustedes la saben. Murió después de robar un auto y chocar a muchísima velocidad, el domingo. Iba manejando. No se imaginan lo que fue mirar su cara en la tv. Escuchar su nombre. En mi vida había sentido una frustración tan grande. Y llevo 3 días preguntándome en qué momento lo perdimos. Y miro a los cabros de la media y siento pánico de perderlos también. Y puta, sé que no hizo cosas buenas. Pero para mi no murió una“lacra”. Murió mi alumno. El que yo tanto quería y con el que tanto intentamos.

Pero no pudimos. Fracasamos. Y tengo pena.

Gracias por leer, y por sus palabras. Yo no me quedo con la crónica roja. Me quedo con que fui testigo de lo mejor que él tenía.”


Defender la vida, todas las vidas...


Creo que ha llegado el momento de copiar esta entrevista aquí. Apareció en Zenit (Ser y parecer defensores de la vida), cuando este medio no tenía aún reglas tan estrictas para copiar o no copiar sus artículos. Pese a ello, y por el tema del derecho de autor, no la copio entera, sino sólo parcial, a modo de cita. Gracias querida Jutta. Gracias a Enrique Sueiro @eqsueiro 

El grado de coherencia entre lo retórico y lo real facilita un diagnóstico social determinante hoy. De ahí lo decisivo de conocer tanto la realidad como el lenguaje para comunicarla. Bien lubricado, este binomio identifica mejor dos estados tan próximos como deficientes en la opinión pública (ser sin parecer y parecer sin ser) y fomenta el ideal (ser y parecer). Además, un mayor saber permite sumarse a causas que generan unanimidad o apoyo casi total. Paradójicamente, al amparo de los mismos valores de la justicia y la vida, algunos defienden medidas, como la pena de muerte o la guerra, que otros rechazamos.

¿Cuántas formas de ver y vivir la vida? Tantas como personas. ¿Contrarios a la vida por principio? Difíciles de encontrar. ¿Defender la vida y, de hecho, atacarla? No. ¿Sólo defienden la vida quienes dicen hacerlo? Tampoco. ¿Mejorar sin cambios? Imposible.

Principios dinámicos. Un defensor de la vida en el siglo XXI, probablemente, encarna ciertas actitudes integradas con armonía. Entre otros muchos ejemplos, apoya la ampliación de derechos, sobre todo, de los más débiles. Se opone a todo lo que atenta contra la vida, como la guerra, la pena de muerte, la eutanasia, la violencia contra las mujeres, el terrorismo, el aborto y el hambre. Argumenta que el consenso social de prácticas aberrantes, como la esclavitud durante siglos, no atenúa su perversión. Defiende que cada uno es dueño de su cuerpo, pero no del que tiene al lado ni dentro. Propugna el respeto hacia los animales y condena las barbaridades cometidas contra ellos. Se implica en la defensa del medio ambiente. Aplaude a su Gobierno cuando consigue reducir las muertes por accidentes de tráfico. Recuerda a los fanáticos que no se puede obligar a nadie a hacer el bien, que “no hay pecador sin futuro ni santo sin pasado”, que difícilmente cree en Dios quien desprecia la libertad. Escucha más que habla y comprende más que condena. Prefiere el “sí” al “no”, el “y” al “pero”, el “también” al “tampoco”, el “premio” al “castigo”, el “más” al “menos”. El defensor ideal reconoce que también yerra y, precisamente por eso, si se equivoca, procura que sus errores sean nuevos.

Escucha comprensiva. Solemos hablar demasiado al tratar de atraer a los demás a nuestro modo de pensar, cuando deberían hablar primero ellos, que saben más que nosotros de sus problemas, luchas y sufrimientos. Es preciso crear un clima en el que puedan expresarse sin milimetrar sus palabras y mostrar sus debilidades sin temor a que se les censure. Paradigmático el caso de Mary, una adolescente desesperada que se había quedado embarazada y sufría fuertes presiones para abortar. Durante semanas buscó ayuda, sin saber a quién dirigirse. Al hablar con ella y preguntarle por qué no había acudido a una amiga que colaboraba fervorosamente en una asociación pro vida, respondió: “Imposible. No puedo hablar con ella sobre estos temas. Sería un escándalo para ella. Nuestra amistad acabaría”. Cuando alguien se halla en las profundidades del dolor, ¿no es precisamente el amigo, la amiga, quien debe luchar por y con esa persona? “Sé solidario con los otros, sobre todo, cuando sean culpables”, reza un proverbio francés. El comentario mordaz o cínico no ayuda, sino que hunde al otro todavía más en la miseria. En cambio, si nota un verdadero interés, una auténtica preocupación por su persona y situación, puede reaccionar favorablemente. La comprensión surte un efecto sanante.

Apertura mental. Ante la masificación y el anonimato de nuestra época, necesitamos lugares cálidos, espacios en los que sentirnos como en casa. Con amigos surge la confianza, la experiencia del hogar. Para muchos, la amistad es su hogar y su patria en medio de una tierra sin patria ni hogar. Cuánto enriquece tener amigos de otros partidos políticos, otras profesiones, religiones, nacionalidades y culturas. Ser y parecer abierto abre un mar sin orillas. Tratar y querer a la gente más variada amplía la mente y ensancha el corazón. Alguien así recibe mucho y entrega más. Es quien mejor puede orientar a los que parecen encontrarse sin salida.

Ciencia y libertad. Quien defiende la vida siempre quiere saber más, sin miedo, busca la verdad, se oxigena con la libertad propia y ajena. Apuesta por la ciencia, al tiempo que es consciente de realidades tan ciertas como indemostrables científicamente, como el cariño. La coacción puede evitar males (muerte de inocentes), pero es un medio inadecuado para conducir a alguien hacia el bien. Un cambio violento no suele ser profundo ni duradero. Lo ilustra la fábula del sol y el viento en su discusión acerca de cuál era más fuerte. El viento dijo: “¿Ves aquel chico envuelto en una capa? Te apuesto a que le haré quitar la capa antes que tú”. Comenzó a soplar con enorme fuerza, hasta convertirse casi en ciclón. Cuanto más soplaba, más se envolvía el chico en su capa. Por fin, el viento cesó y se declaró vencido. Entonces salió el sol y sonrió al chico, quien, poco después, acalorado, se quitó la capa. La suavidad es más poderosa que la furia. El corazón supone una vía para llegar a la razón de otra persona. Si nos rechaza, no podemos hacer nada. Si percibe que la queremos de verdad, que es especial e importante para nosotros, y que le deseamos ser plenamente feliz, entonces surge la posibilidad de una relación amistosa, en la que cada uno escucha al otro y todos aprenden mutuamente.

Motivar y decepcionar puede conseguirse con lo que se dice, lo que se hace, lo que no se dice y lo que no se hace. Repetir frases trilladas suele minar la escucha. No deberíamos olvidar que las palabras y hasta los mejores ejemplos se desgastan con el uso excesivo. Los argumentos a favor de la vida, utilizados con frecuencia y en tantos contextos, pueden acabar desactivados. Necesitamos una fidelidad creativa a principios comunes, de manera que seamos y parezcamos defensores de la vida, de todas las vidas.


jueves, 1 de septiembre de 2016

Países más amistosos del mundo para expats...


O menos amistosos... como quieran... Qué mal está Chile (lugar 57)...! Incluso peor que Alemania (lugar 55)...! O, si quieren: Alemania está hasta mejor que Chile...!