sábado, 16 de enero de 2016

Mi primer encuentro con el antisemitismo


Fue en Chile, concretamente en Viña, más concretamente, en Concón. Yo estaba invitada a la casa de la playa de una gran amiga del colegio. Éramos chicas.  10, 11, 12 años.

Para el Año Nuevo, amigos de la familia de mia amiga nos invitaron a una gran fiesta de Año Nuevo en su casa. Era una fiesta familiar, con papás e hijos. Todos afuera, los niños jugando. Éramos todos niños de familias de clase media pujante, descendientes de italianos -mis anfitriones- y la mayoría, descendientes de españoles. Esa típica mezcla tan común en la clase media chilena.

Al dar las doce de la noche. Todos comenzanos a gritar de alegría y a darnos abrazos. Algunos niños se encaramaron sobre la pandereta. También yo. En la casa del lado, había dos parejas de mediana edad (de la edad de nuestros propios papás), sentados, comiendo y brindando, sin pararse, ni gritar, ni festejar. No sé si antes se habrán levantado para abrazarse o no. El abrazo de Año Nuevo -lo sé ahora, viviendo en Europa- no es una costumbre que existe en todos los países.

Los niños que estaban a mi lado, encaramados en la pandereta mirando al patio de los vecinos, que estaban sentados en torno a una mesa, en la terraza de su casa... Los niños comenzaton a gritarles muy fuerte, sin ningún tapujo y como locos: "Judíos! Judíos asquerosos!" Y otros insultos.

Los niños eran tan chicos o más chicos que yo. Al menos los que estábamos mirando a los vecinos sobre la pared que separaba una y otra casa. Evidentemente que yo no grité. No entendía bien de qué se trataba: pensé que era algo relacionado con la Natividad de Jesús, aunque, en realidad, nada que ver, ya que Año Nuevo y Navidad son festividades totalmente diferentes y no relacionadas entre sí.

Sólo había visto películas en la televisión sobre el tema de los judíos durante la II Guerra. Aunque mis papás tenían amigos y conocidos judíos (el médico que me sacó las amígdalas, el arquitecto de mi casa, etc.), la "cuestión judía" nunca fue tema para nosotros. Sólo sé que se decía -un poco en broma- que la familia de mi mamá era de origen judío. Pero nunca fue tema para nosotros, ni en mi colegio, ni entre mis vecinos, ni primos, en ninguna parte.

Aunque yo era chica y no tenía idea de por qué gritaban a los vecinos judíos como si fuera un improperio, no me uní al coro de niños que -cual poseídos- gritaban a los vecinos que parecían no inmutarse. Me chocó esto que vi, me chocó profundamente. Bajé de la pandereta. Los niños seguían abrazándose, felicitándose por el nuevo año, jugando, gritando "Judíos, judíos de m..." y los adultos...

Los adultos no sabían nada. No habían escuchado nada o parecía que no hubiesen escuchado nada. Pero, dónde eprendieron los niños chicos estos prejuicios? Dónde aprendieron estos prejuicios? De dónde sacaron este odio contra los judíos. Detonado por cualquier cosa, por ejemplo por creer que el Año Nuevo es una fiesta cristiana y que los judíos no la celebran. Evidentemente, la confundieron con la Natividad de Jesús.

De dónde sacan los niños el odio, el desprecio, la sensación de que, pueden gritar a los vecinos -hayan sido judíos o no- cualquier grosería e insulto gratuitamente? Muy simple: las aprenden en su casa.

Me quedé pensando si los vecinos de la famila donde estaba invitada no habrían sido tal vez judíos y los niños simplemente, aprovecharon la oportunidad de gritarles lo que escuchaban de ellos en sus propias casas, en el seno de su propia familia. De sus familias supuestamente cristianas, como buenas familias italianas y espanolas.

No sé si sería flegma, no sé si sería idiferencia, no sé si sería indolencia o simplemente pragmatismo, el que los vecinos -al menos, hasta donde yo los vi- no hayan reaccionado a los vituperios infantiles. Me quedó la impresión de que los niños decían lo que sus mayores no se atrevían a decir públicamente, a gritar. Yo -en su caso- no me habría quedado sentada inmutable...

Habla igualmente muy mal de los padres de estos niños chilenos que ninguno de ellos les haya llamado la atención, ni que hayan pedido disculpas a los vecinos. Lo que yo creo que no sucedió nunca, ya que en los días siguientes, no oí ningún comentario sobre el tema y conociendo a las familias italianas, si hubiera pasado algo, lo habrían super comentado y yo lo habría escuchado.

Ahora, a tantos años de ocurrido este hecho, pienso qué mal, qué daño se hace a los niños, a las futuras generaciones sembrando el mal y el odio hacia otras personas... Me acuerdo de este hecho como si hubiera ocurrido ayer... Fue un shock para mí y una enseñanza para la vida. Una enseñanza negativa: de lo que no debe, ni puede ser y de lo que tengo que ayudar a impedir.


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